miércoles, 28 de febrero de 2018

Sepulcros de vaqueros, de Roberto Bolaño


Sepulcros de vaqueros, de Roberto Bolaño (Ed. Alfaguara)

Supongo que puedo incluirme, con comillas y con el miedo que la palabra me produce, en la categoría de fan de Roberto Bolaño. Me gustaría creer que más que un fan soy un lector que ha paseado por sus libros con cierta profundidad. Fue sin duda uno de los escritores más importantes en mi adolescencia tardía (si acaso mis actuales 33 años no son la verdadera adolescencia tardía) y mis primeros impulsos escritores. He seguido leyéndolo con regularidad, releyendo sus mejores novelas y sus cuentos, especialmente Llamadas telefónicas, considerando que Los detectives salvajes es una novela superior a 2666, y que quizá a esta le ha beneficiado (en esa especie de consenso sobre que es su obra mayor) el hecho de terminarla en sus últimos meses de vida y de ser sin duda un texto mucho más oscuro. Releí algunos pasajes de Los detectives salvajes en enero, y siguen siendo tan potentes y disfrutables como la primera vez, y ha sido la cuarta o quinta vez que me acercaba al libro. Y a principios de febrero me encontré en la mesa de novedades de una de las bibliotecas que suelo visitar Sepulcros de vaqueros.

Lo cogí pese a que juré después de El espíritu de la ciencia ficción que no volvería a un inédito de Bolaño. Como bolañista me parece un tanto obsceno el espectáculo de su cambio de editorial, lo que se está pagando a la familia y a su agente (El chacal, nada menos) por cada manuscrito hallado en el fondo de un disco duro, y la calidad de lo que se está editando, porque se está editando todo lo posible. Creo que leí que ya van empatados el número de ediciones de Bolaño en vida y tras su muerte. Con todo eso en la cabeza me traje Sepulcros de vaqueros a casa y empecé a leerlo esa misma noche, tranquilamente, en el sofá. Pronto me encontré con la reconfortante voz de un amigo literario (acaso uno de los más importantes para mí como lector y también como escritor), entrando en sus frases como quien reconoce las notas de una canción. Porque la historia me la iba contando a base de capítulos – cuento un joven poeta chileno que pululaba por talleres literarios conociendo a personajes extraños y pintorescos y en algunos casos siniestros. También reconocía la voz del escritor porque algunas peripecias narradas eran prácticamente idénticas a otras de Estrella distante y Nocturno de Chile. Así pasé por el primer texto, Patria, entre agradecido por tener unas páginas más de Bolaño a mano y divertido por ir encajando piezas con aquellas de sus obras mayores con las que conectaba (primera cuestión, el narrador poeta chileno se llama Rigoberto Belano y es un boceto inicial del Arturo Belano de Los detectives salvajes; en el segundo texto, Sepulcros de vaqueros, ya se llama Arturo; no entiendo, al final, por qué la editorial no uniformiza los nombres como sin duda haría si fuera un libro de un autor vivo, al que se le señalaría que en distintos momentos del texto un mismo personaje recibe distintos nombres).

El libro es una novela dispareja y fragmentaria de las que escribía Bolaño, con poca estructura, o son tres novelas cortas, como la editorial lo ha presentado, o podríamos decir que es un libro de cuentos, si interesara catalogarlo así. Sepulcros de vaqueros, el segundo texto, está formado por cuatro cuentos situados en México, uno de los cuales está (si no igual, con la diferencia que una última ronda de correcciones del autor supusiera) en Llamadas telefónicas. El tercer texto, Comedia del horror en Francia, es una de esas historias de hermandades de poetas y apocalipsis a las que tan aficionado era y que aparecen en algunos de sus cuentos de Llamadas telefónicas y Putas asesinas, luego también en textos recuperados de La universidad desconocida, y me atrevería a decir que en los clanes de escritores que caminan por Nocturno de Chile, Estrella distante e incluso Los detectives salvajes.

Dice en el prólogo Masoliver Ródenas que es “un libro desconcertante dentro del desconcertante universo de Bolaño”. Pongo en duda incluso que el universo de Bolaño sea desconcertante. Es rico, personal, poderoso, pero creo que no desconcertante. Lo más desconcertante (en un sentido alegre) es sin duda el eco que ha obtenido una obra tan literaria y ambiciosa. Y desde luego este libro no desconcierta a quienes ya conocemos su mundo. No es particularmente llamativo. Es un libro de lectura agradable para los que ya conocemos a Bolaño. Y me pregunto si no podría incluso ser una entrada a su universo para quien no lo conozca, pero creo que probablemente no, probablemente lo mejor sería darse de bruces con sus mejores páginas, porque Bolaño tiene una escritura personal y reconocible e imitada (voluntaria o involuntariamente) por cientos de escritores en estos últimos 20 años, pero por encima de todo de fácil acceso. Se me antoja que lo más fácil del mundo es caer en las páginas de Llamadas telefónicas, Nocturno de Chile o Los detectives salvajes y quedarse atrapado.

Llegarán más inéditos y me temo que volveré a leerlos. Algunos de ellos (y dejo al margen 2666 que sí, era un inédito, pero era el libro con el que estuvo trabajando hasta su muerte) me parece que han completado bien su obra. Pienso en La universidad desconocida o Los sinsabores del verdadero policía, especialmente. Los cuentos de El gaucho insufrible no palidecen al lado de otros de sus relatos. Pero no sé. Quizá deberíamos releerlo más y escarbar menos en sus cajones. Aunque bueno, tal vez él lo hubiera querido así. En sus últimas entrevistas y notas decía que quería dejar 2666 lista para editar buscando que su familia se quedara con los derechos cerrados. Quería dejarles una obra con la que generar derechos de autor y bueno, estos inéditos de valor dudoso más allá de la curiosidad o el afán completista de los estudiosos, están cumpliendo sin duda ese papel.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

No hay comentarios:

Publicar un comentario