sábado, 4 de noviembre de 2017

El gran conspirador: Libra, de Don DeLillo

El gran conspirador: DeLillo. Libra

Hace no demasiados días nos llegaba la noticia de que el gobierno de Estados Unidos había autorizado la desclasificación de la mayoría de documentos de sus agencias de investigación e inteligencia sobre el más famoso magnicidio del siglo XX, el asesinato de Kennedy en Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Da igual lo que se encuentre ahí dentro, pensé, porque ya lo podíamos haber leído en el pasado, en los libros de DeLillo, en Submundo o especialmente en Libra. DeLillo es el paranoico lúcido, el conspirador inteligente y superdotado para la narrativa digresiva, la única que puede dar algo de luz, que no explicar, estos acontecimientos que cambian décadas. Aprovecho para volver a publicar estas líneas que escribí en su momento sobre Libra, no tanto una novela sobre el asesinato de Kennedy como sobre Lee Harvey Oswald, una novela sobre el reverso oscuro del sueño americano, de la vida positiva, un retrato en blanco y negro y decenas de voces del paria que decide dar un paso adelante y convertirse en historia.


Libra es una novela sobre la conspiración para asesinar a John Fitzgerald Kennedy. Y también es una reconstrucción de la vida de Lee Harvey Oswald. Libra es esas dos cosas y es también una denuncia de los sistemas de seguridad que se mueven por debajo de los sistemas de derecho, ajenos a tal derecho, manejando a veces cuestiones tan capitales como quiénes deben dirigir países. Pero Libra es sobre todo el primer intento de DeLillo de cazar esa gran ballena blanca que es la gran novela americana. Para mí Submundo es superior a Libra porque no está tan centrada en un caso concreto y trata de abordar toda la sociedad en su conjunto, pero Libra también está retratando, a partir de esa investigación central, la sociedad americana, y desde ella, no nos engañemos, el mundo. Libra es sobre todo una de las grandes novelas contemporáneas sobre la mentira, sobre la construcción de relatos paralelos que encajan y permiten, por su coherencia, esconder la verdad tras una mentira. La eterna indicación de Aristóteles, el relato no debe ser verdadero sino verosímil, ha sido trasladada, nos dice DeLillo, de la creación de ficción (pura y en principio inocente pues sólo está orientada a satisfacer al lector) a la narrativa de la historia oficial. DeLillo se adelantó casi veinte años (Libra es de 1.988) a todos esos que empezaron a mediados de los 2.000 a analizar el storytelling subyacente a las construcciones políticas dominantes y empezaron a encontrar puntos comunes, nodos del engaño en todos ellos. Lee Harvey Oswald es un paria que se ha criado solo con una madre que no ha sido ni mucho menos ejemplar, que ha ido rebotando de escuela en escuela, y no se sabe muy bien si es un pequeño genio o un chaval de capacidades intelectuales tirando a muy escasas, al que los servicios de inteligencia infiltran para que genere el caos. Vemos cómo lo intoxican de ideología y cómo lo entrenan militarmente. Parece que nadie sabe para qué emplearlo pero parece claro que todos quieren emplearlo. Oswald acaba creyéndose un ángel de la historia y acaba dando el gran golpe. Un golpe del que los servicios de inteligencia en parte sabían algo y en parte no sabían nada. Porque el lenguaje vuelve a servir para cubrir de humo la realidad y no dejarnos ver nada, y en ese estado no hay blancos y negros tan definidos, y la conspiración de la que habla DeLillo no es una conspiración fácil, no es una conspiración de unos señores malos reunidos en una sala oscura decidiendo matar a Kennedy, el héroe. La pequeña y la gran mafia están por ahí. Los intoxicadores que nunca faltan en las historias de DeLillo. Cuba y Castro. Los anticastristas. Los que escriben la realidad y al hacerlo ya la están deformando. Los parias que creen que ha llegado su momento. La comisión Warren. Libra es una novela que suma más caos al caos. Es una novela de primera que tiene un argumento de novela de serie B para leer en un viaje en tren. Del trastorno mental y la distorsión de la realidad que están detrás de toda teoría conspiratoria DeLillo hace literatura de primera. De Libra, como artefacto literario, salen directamente la película JFK de Oliver Stone, David Foster Wallace y toda la última producción de James Ellroy. También han bebido en sus fuentes Martin Amis e incluso Stephen King en su novela sobre el magnicidio de Dallas. Y esos sólo son los que reconocen haberse sentido inspirados por ella. Hay que leer Libra como la novela de ficción enloquecida que es pero también hay que leerla con la intención de localizar todas las líneas intermedias que quedan en el aire, y por último hay que leerla como documento histórico, no tanto de lo que pasó en Dallas cuando mataron a Kennedy como del cambio social en aquella época y de la psicosis colectiva posterior al asesinato. Hay que leerla en todas sus variantes y no volver a confiar en lo que nos cuenten.

Id a vuestra farmacia más cercana con una receta urgente a por libros de DeLillo.

Felices lecturas

Sr. E



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