miércoles, 27 de septiembre de 2017

Memorias musicales de Glenn Gould y Frank Zappa

Memorias musicales: No, no soy en absoluto un excéntrico, montaje de Bruno Monsaingeon sobre entrevistas de Glenn Gould (Ed. Acantilado) y La verdadera historia de Frank Zappa, de Frank Zappa (Malpaso Ed.)

He leído casi seguidos dos libros de memorias (en un sentido bastante amplio del término) de dos músicos muy influyentes a lo largo del siglo XX: Glenn Gould, quizá el concertista clásico más conocido de su época, y Frank Zappa, figura central de la contracultura americana, uno de los principales referentes del rock progresivo y sinfónico, y en general de los caminos que cruzaron la música clásica con la culta y el humor político (llamando humor político al que incomoda al poder, cualquier poder) en los sesenta y setenta. Uno es un músico al que escucho muy frecuentemente (Gould) y otro es un autor cuya importancia comprendo pero cuya obra no me dice demasiado (Zappa). Pero una de las cosas más interesantes de las memorias es que muchas veces no nos interesan más o menos por lo interesante que nos resulte el personaje en sí como por lo interesante de lo que cuente y cómo.

Leí también por las mismas semanas la entrevista que le hicieron en Jot Down al cantante Miguel Ángel Hernando, alias Lichis, que vale como interesante estudio sobre la fama de los músicos. 

Lichis parece obsesionado con la imagen que como músico ha transmitido a lo largo de su carrera, una imagen que juzga distorsionada y profundamente equivocada. Modestamente, yo también pienso que sus oyentes ocasionales nunca llegaron tampoco a tener una imagen completa de su labor musical. Pero, ¿justificaba eso que redirigiera su carrera para huir de la falsa imagen que otros se habían creado de él? ¿Tan importante es lo que los demás piensen? 

¿Es inevitable que todo el mundo opine sobre la realidad de los músicos y que los entienda mal? Leyendo los libros de Frank Zappa y Glenn Gould parece que sí. Aunque ellos se hicieron fuertes en su propia percepción de sí mismo y quizá se hartaron de desmentir falsas ideas y leyendas, pero no modificaron ni un poco su modo de actuar y estar.

Son dos personajes de los que se podría decir perfectamente aquello tan tópico de que son caleidoscópicos. Gould es el intérprete clásico excéntrico por excelencia, con caprichos y manías de diva del pop, y Zappa era un hombre encerrado en un personaje (que se encarga de desmentir repetidas veces en sus memorias) que aspiraba, probablemente, a ser reconocido como compositor de música culta para orquestas.

Se trata de dos libros de memorias con bastante comillas porque el libro de Gould está construido como un recorte y montaje de sus declaraciones en entrevistas por Bruno Monsaingeon, uno de sus principales estudiosos y cabría decir casi que evangelistas. Es curioso que se utilice una cierta técnica de collage para construir el libro, en perfecta sintonía con el modo de entender la música de Gould, quien siempre defendió que su labor como intérprete era darle la mejor obra posible al oyente, y si para ello tenía que repetir tomas, cortar y pegar trozos, era lo que debía hacer en el estudio, y nunca entendió la pureza que algunos pretenden que se alcance en los conciertos, donde pensaba que el único aliciente era muchas veces cazar al concertista en un error. El libro de Zappa no es un libro de memorias en tanto en cuanto no se trata de Zappa recordando su vida, rememorando hechos con el objetivo de ordenarlos. Más bien es un libro en el que Frank Zappa expone sus ideas sobre ciertos aspectos de la sociedad, la vida, el arte y la convivencia, y para ilustrar sus ideas se apoya muchas veces en sus recuerdos.

Para quienes no lo conozcan, Glenn Gould, intérprete canadiense, es considerado uno de los mejores pianistas del siglo XX, especializado en la interpretación de Beethoven, la música dodecafónica de Schönberg y sobre todo en Bach (sus grabaciones de Las Variaciones de Goldberg de este último se han convertido en canónicas, y casi cualquier aficionado habla de Las Variaciones de Goldberg de Glenn Gould como una obra diferente a cualquier otra grabación de las mismas, incluso distinguiendo las distintas grabaciones que hizo de la misma obra).

Su mejor época de concertista estuvo determinada por la escasez de su trabajo en público, siempre huyendo de la sobre – exposición, y se retiró prácticamente años antes de su muerte, a una edad en la que estaba en condiciones de dar sus mejores interpretaciones. Acabó falleciendo a los cincuenta años. La palabra excéntrico acompaña a Glenn Gould desde que comenzó su carrera como pianista. Basta hacer en Google la búsqueda de su nombre acompañado de este adjetivo. Gould, sin embargo, nunca se reconoció (especialmente por lo que la excentricidad tiene muchas veces de pose, algo que él negaba, estar de postureo, como ahora se diría) como un excéntrico, de ahí el acertado título de sus memorias. Desde que era un músico de veintipocos años y sorprendió a la crítica y al público clásicos, tuvo que estar contestando a preguntas sobre sus manías y rarezas. Para él, según se ve en este libro, todo era perfectamente lógico y racional. Sus cuidados extremos con las manos eran necesarios pues tenía mala circulación y al fin y al cabo su trabajo lo hacía con las manos. ¿Su sillita desvencijada y enana para tocar en los conciertos, con la que iba a todas partes? Él lo explicaba diciendo que su modo de tocar necesitaba que él se apoyara desde más abajo del piano, pues había aprendido tocando el órgano, y trataba de trasladar esa sonoridad majestuosa al piano. Y así tenía respuestas para casi todo. Gould sorprende por su defensa de las técnicas de estudio y por lo autoexigente que es consigo mismo. Esto último es común a cualquier perfeccionista, y Gould le suma una dureza extrema con los demás pianistas de su época, a los que acusa de ser excesivamente románticos. 

Glenn Gould no compartía ese espíritu romántico (aunque según él ahí también había exageraciones) y sus intérpretes de cabecera eran pocos y siempre con Bach a la cabeza. La imagen de Glenn Gould que estas curiosas memorias transmiten, incluso tomando por lógicas y racionales todas sus explicaciones, son las del típico y tópico genio ensimismado. Para Gould era un desastre tener que salir de gira. Le perturbaba profundamente ir a Europa y a otras ciudades de Estados Unidos. Son muy curiosas sus reflexiones sobre el público con el que se encontró en la Unión Soviética cuando fue invitado a ir allí. Tardaba meses en volver a recuperar la calma en su casa, apartado de las molestias. No le gustaba especialmente tocar ante el público, y se resistía a hacerlo todo lo que podía. No parecía preocupado por la imagen que el mundo tenía de él y la posteridad guardara de él. Una de las cosas más bonitas del libro es que por poca música que uno sepa, llega a entender cuáles son sus ideas sobre armonía, interpretación, composición, y son ideas trasladables a campos como la pintura, la escritura, el cine. Hace 35 años de la muerte de Glenn Gould y cuesta imaginar ciertas obras interpretadas por otras manos. La fascinación por su figura continua, y basta ver el homenaje que Acantilado ha organizado estos próximos días en Barcelona y Madrid.

Frank Zappa era un personaje peculiar, ácrata, incómodo, convencido de que la libertad (creativa, personal, política) era el valor supremo, algo muy americano y algo por lo que como americano precisamente tuvo que luchar mucho. Las memorias de Frank Zappa están escritas en la segunda mitad de los años ochenta y se publicaron originalmente en 1989. Zappa ya tenía entonces, por lo que luego se vio, el cáncer que le costó la vida, pero no se le había detectado. Falleció en 1993, a los 53 años. Las memorias de Frank Zappa tocan temas como la familia, la política, la música, la vida del música en gira, el matrimonio, la educación, la censura, la tecnología, y las distintas relaciones entre unos y otros. Es un hombre lúcido, y también un hábil vendedor de sí mismo y de sus ideas. Se expresa con claridad y con brillantez, no tiene miedo a reírse de sí mismo. Se nota que se divirtió escribiendo partes del libro en las que se desmitifica. Le extraña cómo su música, que nunca pasó de minoritaria en el mejor de los casos (y si uno busca información en internet se vuelve a incurrir en ese exceso que es decir algo así como: fue ignorado en los Estados Unidos, su música fue mejor comprendida en Europa, algo parecido a lo que se suele decir de Woody Allen o de Leonard Cohen, como si en España en cualquier barra de bar se estuviera comentando a cualquier hora la última película de Woody Allen o se buscaran nuevos matices en viejas grabaciones de Frank Zappa), generó tantas polémicas a lo largo de sus tres décadas de carrera. Es un personaje que no se muerde la lengua y que dispara con bala contra colectivos contra los que sería impensable que un músico de su reputación lo hiciera hoy en día, como son otros músicos, tanto músicos que han trabajado con él, en su banda, como por así llamarlos competencia. También tiene una fijación con los sindicatos y su control de ciertos conciertos, acontecimientos públicos y los problemas que le dieron en su aventura como compositor para orquestas y director de las mismas, en Europa y en los Estados Unidos.

Son antológicos los capítulos sobre las relaciones con los padres, cómo la religión, la familia y las tendencias de consumo pueden ser más destructivas para las mentes juveniles que las drogas, y sus diatribas contra la educación normalizada. Zappa daba puntualmente clases en escuelas de música, pero se refiere a los institutos y universidades. Cuenta cómo huyó de la educación en cuanto pudo y cómo sacó a sus hijos del sistema educativo en cuanto aprobaron por libre el equivalente a la ESO en España, y les dio libros y películas y fomentó en ellos el interés por la cultura y ser críticos y esperaba que no les diera nunca por estudiar en la universidad, ya que desde luego él no iba a pagársela para que los convirtiera en individuos adocenados. Sus ideas sobre educación de los hijos (dejando libertad, estableciendo pactos con ellos en los que podían hacer o no hacer algo en función de que sus razones lógicas fueran mejores que las suyas) son muy jugosas, y a mediados de los 80 denuncia algo que ha ido a peor, la conversión del hijo en el tesoro de la familia, a través del que pretenden realizarse muchos padres, pero sin complicarse. La tendencia a pedir que se prohiba todo aquello que a uno le molesta, bajo la excusa de que puede ser nocivo para los niños.

Zappa llegó a estar en la comisión del Senado americano sobre las llamadas Guerras del Porno. El episodio se merece un pequeño ensayo sobre la imbecilidad y la mezquindad él mismo, y quizá lo tenga. La mujer de Al Gore (ese Al Gore) le compró a su hija Purple Rain, de Prince, y descubrió, escuchándolo con ella, referencias a la masturbación. Aquello la escandalizó, y escandalizó a algunas otras mujeres de senadores y gobernadores americanos,que empezaron a pedir que alguien protegiera a los niños de esas letras obscenas. Todo fue objeto de una comisión que ya tenía las conclusiones decididas de antemano y en la que Zappa apareció como invitado (incluye en el libro su declaración completa, que no le dejaron leer entera). De aquella comisión acabaron quedando las famosas pegatinas de Parental advisory en los discos que incluían letras con contenidos explícitos, que como bien dice Zappa, sirvieron esencialmente para darle publicidad a ciertos grupos y discos. Uno de los momentos culminantes del libro es en el que se dirige a Tipper Gore diciéndole que si le preocupa que su hija pueda escuchar discos con letras explícitas, que no se los compre, pues tiene 9 años, y para ello basta con que le compre mejor un libro, o un disco de música clásica o uno de jazz instrumental, o simplemente escuche las letras antes de dárselas a la niña, pero que no pretenda censurar todo el sistema musical para ahorrarse su labor como madre. Creo que sobra decir que Zappa perdió aquella batalla. Y curiosamente ninguno de sus discos tuvo nunca que salir a la venta con una de aquellas advertencias para padres.

Seguiremos leyendo y escuchando música

Felices lecturas


Sr. E

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