viernes, 21 de abril de 2017

Algunos libros para el Día del Libro

23 de abril, Día del Libro: Algunos libros


 De las fiestas del consumo en las que participo, que supongo que son más de las que quiero reconocer, una a la que acudo con gusto es al Día del Libro. Me gusta ir a presentaciones, a lecturas, a mesas redondas, o simplemente a espiar a otros lectores y a ojear libros, y siempre compro alguno, para mí y para regalar. Igual que cuando uno va al supermercado es recomendable hacerlo sin hambre y con una lista de la compra lo más completa posible, para evitar desvaríos, también me gusta ir a aprovechar el habitual 10% de descuento de estas fechas con una lista cerrada de posibles compras.

No me haré con todos esos libros, claro, porque la economía da para lo justo. ¿Qué libros ojearé, cuáles pescaré, cuáles acabarán en mis estanterías y me harán compañía este próximo verano? Eso lo dejaremos un poco al azar del fin de semana, a ese posible párrafo que me atrape en el momento justo de la cata literaria. He revisado el archivo del blog y veo que sigo sin haber leído algunos de los libros que entonces me planteaba, y más aún, que algunos de ellos vuelven a mi lista de la compra. También influye, me imagino, de dónde voy en cuanto a libros entre manos, y a cuáles voy ya en un plan de lecturas definido. Ando terminando Europa central, de William T. Vollmann, y sin acabar de lanzarme del todo a Los reconocimientos, de William Gaddis. Releo relatos que ya he leído mil veces y complemento mis lecturas de ficción con el Curso de Literatura Rusa de Nabokov.


El Día del Libro 2017 empieza con trampa, porque como este fin de semana no estaré en casa, regalé y me regalé un par de libros con un mes de antelación, con dedicatoria y firma falseadas. La historia, hasta la personal, es un cuento, y los cuentos, falsificación. El primer libro elegido fue Los reconocimientos, de William Gaddis, tras dudar entre esta novela y Su pasatiempo favorito. Los reconocimientos es una novela de la que debo confesar que he leído el prólogo unas 5 veces, y se lo he leído a algunos amigos lectores, y en cuyos caminos me he adentrado hasta las 150 primeras páginas, una experiencia que de momento es satisfactoria (muy satisfactoria).


El otro regalo adelantado fue Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff. Normalmente confío muy poco en el criterio lector ajeno, y salvo en el caso de 3 – 4 personas de toda confianza como lectores, es muy raro que vaya a buscar una recomendación de alguien. Prefiero llegar yo por mi cuenta a los libros, rastreando autores, novedades a veces, curioseando en las bibliotecas. Pero dos personas me recomendaron este libro con tal fuerza y tal pasión que pensé que a veces hay que dejarse influir. Esas personas me dijeron que nunca habían leído un libro así, tan potente, tal personal, tan auténtico, tan (en el mejor de los sentidos, espero) poco literario.



Estoy saliendo muy satisfecho de Europa central, de William T. Vollmann. He visto que Pálido fuego ha editado hace poco su última novela (su última novela en España, el libro es del 2000), La familia real, una epopeya apocalíptica en San Francisco, una novela total. Los libros que he leído de Pálido fuego son bonitos, bien cuidados, bien trabajados, y acceder a un texto de Vollmann, que escasean en España, y en una edición bien trabajada, es una tentación. Aunque, por otro lado, dos novelones de Vollmann, teniendo a Gaddis a la espera, y también La broma infinita, de Foster Wallace, puedan ser demasiado. Quizá el libro de relatos Historias del arcoíris, también de la misma editorial, sea una solución intermedia.


En los últimos años me han pillado un poco fuera de juego dos de las grandes modas culturales (no digo moda como algo peyorativo, simplemente constatando una popularidad que ha ido creciendo mucho en ese tiempo). La de las series de televisión y la de las novelas gráficas. Veo series de televisión, algunas, pero sigo prefiriendo ir al cine. Y sobre todo no siento estar haciendo un acto cultural supremo, como observo comentar, si una noche me siento a ver una serie en Netflix. La otra es la de las novelas gráficas. Siempre he leído algunos cómics, y me parece que el cambio de nombre dominante, de cómic a novela gráfica, esconde un cierto complejo. Como si leer cómics fuera algo a esconder, y leer novelas gráficas algo mucho más digno. Leo poco cómic al cabo del año, pero cuando lo leo suele gustarme. Encuentro historias con las que aprendo, y que me permiten acercamientos a realidades que no conozco de un modo más ligero que mediante ensayos o biografías. Glenn Gould es uno de los pianistas más conocidos del siglo XX, y uno de los más brillantes, y es un músico al que escucho frecuentemente cuando trabajo frente al ordenador, sus famosas grabaciones de las Variaciones Goldberg, pero no solamente. Este cómic, Una vida a contratiempo, intenta ser una biografía no – lineal del fascinante músico. Quizá sea una buena lectura próximamente.


La España vacía, de Sergio del Molino: Me gusta ver documentales y leer ensayos que me hagan pensar en realidades que normalmente escapan a mi entorno de intereses directos. ¿La España rural como tema fascinante? Todo lo que he leído y oído sobre este libro es buenísimo, y llevo meses detrás de conseguirlo en la biblioteca, pero siempre está prestado. Leo con interés artículos de Sergio del Molino, y agradezco sus intervenciones de este último año en el programa La cultureta de Onda Cero, cuyos podcasts sigo semanalmente. Me gusta cómo se explica y dónde posa su mirada y su palabra, sus matices, y creo que su recorrido por la España que se ha ido vaciando, otra de las Españas derrotadas de las últimas décadas, puede ser un libro interesante para leer, revisar y pensar.


Mondadori acaba de sacar La parte soñada, la segunda parte de la trilogía que Rodrigo Fresán nos promete a sus lectores. Fresán hablaba una vez en un artículo de que el novelista, cuando se encierra a escribir, debe decir adiós a su familia por un tiempo, porque va a desaparecer. El lector entregado a su hipnótica prosa debe decirle algo así a los otros libros. Leí La parte inventada cuando salió en 2014, y espero leer pronto este y leer en el futuro La parte recordada, fin de su trilogía. Rodrigo Fresán ha ido creando desde principios de los años 90 una obra personal, muy potente, que renuncia a la trama en nombre de la forma, que vuelve una y otra vez a unos pocos motivos básicos, como las variaciones musicales. Me planteo hacerme con esta nueva novela aunque también pienso que quizá, cuando se publique la tercera parte, Mondadori decida hacer algún estuche especial, y prefiera acceder a él. Así que quizá seguiré esperando a que esté libre en las bibliotecas que frecuento.


Ya hablaba el año pasado de esta edición en Acantilado de Simenon. Me interesa Georges Simenon. He leído desde hace muchos años decenas de sus novelas, de las de Maigret y de las que no están protagonizadas por el famoso inspector. Simenon siempre es un narrador eficaz y poco exhibicionista. Discreto, directo, sus historias suelen funcionar y siempre meten el dedo en alguna llaga relacionada con la hipocresía. Este libro, Pedigrí, es el más personal de Simenon. Son unas memorias, por lo que he leído sobre él, no protagonizadas directamente por él sino por un niño y luego joven belga que fue niño y joven en tiempos parecidos al propio autor, lo que ha hecho que siempre se considere que es el material más autobiográfico que nunca escribió.


Sigo pensando que merece la pena acercarse a los Cuentos Completos de algunos autores y tomar en perspectiva su escritura y su labor, viendo constantes y evoluciones. En los últimos años he leído los de J.G., Ballard, Gabriel García Márquez, Flannery O´Connor, I.B. Singer, Bernard Malamud, Fogwill, Tobias Wolff, E.L. Doctorow, Robert Louis Stevenson y Edgar Allan Poe, y no sé si me estoy olvidando de alguno. Tengo algunas colecciones completas empezadas, como las de Juan Carlos Onetti y Richard Matheson. Este año tengo apuntadas las colecciones de Shirley Jackson y Cynthia Ozick. Hace años leí El aliento del cielo, recopilación de Carson McCullers que me encantó, y no sé si con motivo de su centenario la habrán reeditado. También tengo en mente los relatos completos de Vladimir Nabokov, que quizá sean mi primera adquisición ya que están en bolsillo.


Hablaba en las últimas semanas, dentro de las novelas de mi vida, del Cuarteto de Red Riding de David Peace. Lo leí hace unos 4 años de la biblioteca, y son libros con los que cuesta dar, y al ser cuatro obras juntas, quizá el ahorro del Día del Libro haga que me lo plantee como compra cara que es.








Tejidos y novedades, de Cristina Grande: Me gustan los cuentos. A veces me gusta leer cuentos que se parezcan a los que escribo, como si esos autores me dieran la razón, y otras veces prefiero leer cuentos totalmente distintos, como quien va de viaje a un país exótico. Mis propios cuentos derivan cada vez más hacia los cuentos que se van hacia las 20 páginas. Me fascinan, por incapacidad propia, los autores que en 2 – 3 páginas dibujan relatos completos. Me repatean los microrelatos que no son más que ocurrencias, por el contrario. Kafka o Etgar Keret son maestros en el cuento realmente corto. De Cristina Grande solo he podido leer su novela Naturaleza infiel, que me gustó mucho, y en los pocos relatos de la autora que he podido leer (en antologías, en alguna revista, en webs) he detectado esa chispa que algunos tienen y que hace que en 2 páginas quepa una versión del mundo. Esta edición recopila sus dos primeros libros de cuentos, Dirección noche y La novia parapente, que hace años busqué sin resultado por las librerías de Madrid. Quizá ahora me los traiga a casa.


Puesto que me gustan los cuentos, como ya he dicho, soy consciente de la deuda que como autor y lector tengo con Las mil y una noches, recopilación oriental de la que han bebido y beben prácticamente todos los relatos de la historia. Tengo en casa una selección de cuentos de Las mil y una noches de Alianza, y una vieja edición más o menos completa, que heredé de casa de mi abuelo. Demasiado frágil para que no me duela abrirla por el riesgo a romperla, y con una traducción demasiado arcaica. Quizá también sea el momento de ir buscando una edición completa que ir leyendo, o de buscar una primera edición, bien escrita e ilustrada, para niños, para el que fui y fue conociendo los cuentos, y para el pequeño que tengo en casa, para ir llenándole la cabeza de pájaros.

Seguiremos leyendo. Comprad con moderación y no olvidéis visitar las bibliotecas.
Felices lecturas
Sr. E

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