jueves, 6 de octubre de 2016

Música de mierda vs. La mala puta

Música de mierda (Blackie books), de Carl Wilson vs. La mala puta (Sloper), de Miguel Dalmau y Román Piña Valls

He leído en las últimas semanas estos dos ensayos de temas provocadores. No son ensayos parecidos, pero los he agrupado en mi desastrosa organización mental porque por un lado comparten lo malsonante de sus títulos, que buscan provocar, que el lector curioso los ojee en la biblioteca y decida llevárselos (y conmigo funcionó, aunque la verdad es que ya sabía que existían, no me los encontré de primeras), y por otro lado porque creo que los dos tratan esencialmente un mismo tema, el de la creación artística y su recepción, uno la musical, otro la literaria.

¿Por qué hay gente que decide dedicarse a la creación? ¿A quién le importa que haya creadores? ¿Hay que agradecerles que se dediquen a la creación? ¿Se merecen alguna clase de protección? ¿Por qué hay obras buenas y obras malas? ¿Quién decide cuáles son de un tipo y cuáles del otro? ¿Qué oscuros mecanismos y organizaciones manejan el éxito y el fracaso? ¿Tiene límites el ego del creador, desde el más mediocre e ignorado hasta el de mayor éxito? ¿Todos los egos son igual de grandes y de dañinos? ¿Existe el creador puro, al que no le importe lo que el público piense de lo que hace? ¿Es ese autor realmente más puro, tiene sentido? ¿Existe el público puro, al que no afecten las modas ni influya su entorno cercano ni las opiniones de los que teóricamente saben del tema a la hora de valorar unas obras u otras?

Música de mierda, del crítico musical Carl Wilson, nos intenta acercar a conceptos como el de gusto y a sus relaciones, complicadas en algunos casos, con el nivel educativo, económico y social, de quienes dicen tenerlo. Wilson trata de mostrar de manera más ligera algunas de las ideas que tocó en profundidad a finales de los setenta Pierre Bourdieu en La distinción: Criterio y bases sociales del gusto, un libro considerado entre los ensayos sociológicos más importantes del siglo XX.

Wilson es un crítico de música canadiense que siempre ha despreciado a quienes escuchaban cierta música. De ahí el título, porque muchas veces no se trata tanto de lo que nos gusta o no como de criticar lo que gusta a otros. A los que tienen peor gusto que nosotros, en particular, y el que tiene peor gusto es el que lo tiene distinto. Para Wilson el colmo de la música odiosa es Celine Dion, y el libro la utiliza como columna vertebral, analizando su figura, su éxito, y tratando de comprender a aquellos que la adoran.

Podríamos decir que Música de mierda es un libro con final feliz. Wilson acaba dándose cuenta de que debe ser un poco más respetuoso incluso con aquello que le espanta, y no dejarse llevar por estereotipos. Aunque acaba cobrando cierta conciencia de que el gusto personal no es únicamente personal, sino que está influido por el entorno, y aunque el libro me ha recordado en esa toma de conciencia a Indies, hipsters, gafapastas, el libro de Víctor Lenore, Música de mierda no está escrito para sermonear al lector, para decirle que todo lo que cree que le gusta no le gusta en realidad, sólo le hace sentir de una clase social superior. Es un libro honesto con puntos interesantes que no pierde de vista el punto de partida real, que lo que piensan los críticos musicales en el fondo no marca la línea de opinión de una mayoría, ni casi de una minoría tampoco, y que está muy bien que Carl Wilson o Víctor Lenore abran un poco su mente, o sean menos talibanes en sus críticas, pero que eso no va a cambiar la manera de valorar la música y el arte de la mayoría del planeta, que ya suele tener un cierto punto de apertura.


La mala puta: réquiem por la literatura española, es un libro que en realidad son dos libros. Porque más que un libro escrito por dos autores son dos textos ensamblados, el de Miguel Dalmau y el de Román Piña Valls. El de Dalmau surge como respuesta a la censura sufrida por su biografía de Cortázar, preparada para el centenario del nacimiento del argentino y que nunca llegó a publicarse. Dalmau parece decir que va a contarnos todo lo que sabe del oscuro mundo editorial. Poco después hubo otro sonado caso (al menos para mí más sonado), con El cura y los mandarines de Gregorio Morán.

Y la verdad es que el mundo editorial, el mundillo, es bastante oscuro, pero no creo que sorprenda demasiado a estas alturas. El texto de Piña Valls habla más de la perspectiva de los autores, de cómo se construyen carreras, cómo se consolidan, cómo a veces se paran, y de si es posible vivir de la literatura hoy en día, y si alguna vez lo ha sido.

Los textos parecen nacer por momentos del resentimiento, y caen en algunos lugares comunes de los últimos años (darle leña a Muñoz Molina, cuestionar el canon de la narrativa española que viene de los ochenta, criticar la labor editorial de los últimos años, gritar que los grandes premios editoriales están amañados, etc.). Los dos son casi coétaneos de estos autores que ocupan la centralidad de la narrativa española desde hace tres décadas y parecen hablar con conocimiento de causa.

Me han interesado más que los cotilleos, que por supuesto me han interesado, pero no dejan de ser cotilleos, los momentos en los que los dos autores miran hacia dentro, y hacia los profesionales, y cuestionan la labor de los escritores españoles, y de sus editores. Los dos coinciden en que el editor que leía, como se suele decir, ha muerto, y muy difícilmente se recuperará esa figura. Las editoriales que importaban en España (Destino, Alfaguara, Anagrama y Tusquets) estuvieron muy ligadas a las personas que elegían a los nuevos autores y apostaban por ellos. Hoy ya es muy raro que un autor repita libro en una editorial, y los editores no buscan precisamente la excelencia literaria, sino que el libro encaje y funcione razonablemente bien.

Los autores también tienen su parte de culpa, por conformistas y por lloricas. El libro plantea, y tiene razón, que muchos de los autores consagrados (Marías, Vila – Matas …) escriben libros que suenan a ellos mismos, y que desde que han alcanzado un cierto status se han vuelto conformistas, y no están utilizando su llamemos plenitud como narradores para arriesgar y tratar de llegar a una verdadera obra maestra. Los autores que no han alcanzado el reconocimiento lloran por las esquinas pero tampoco hacen nada de verdadero valor. Aspiran, en realidad, a ocupar ellos el lugar de los Landero, Mendoza, Llamazares etc. pero no a ser autores de primera división mundial.

Me ha gustado mucho la distinción entre los llamados y los elegidos que hace Dalmau, entre jugárselo todo por la literatura o mantener siempre un pie en lo seguro. Los dos autores del libro, como escritores de ficción que son, conocen la incertidumbre y la falta de rendimiento económico de la ficción, y la necesidad de vivir de otro trabajo salvo que se pueda hacer de rentas o de otra persona.

Se cuestiona el papel actual de la crítica. Ha desaparecido el crítico que lee con profundidad y sitúa lo leído en un contexto y lo pone en valor. Hay buenos críticos, claro, pero son la excepción, y las revistas nunca hablan mal de uno de los autores del Olimpo (es un caso posterior pero recuerdo la crítica en importantes suplementos a Como la sombra que se va, de Antonio Muñoz Molina, en la que todos los críticos venían a decir que era un libro muy menor, con fallos, pero que estaba bien, comentarios que quizá estaban bien para la primera novela de alguien, pero que deberían ser más exigentes con quien ha ganado todos los premios de la crítica posibles). Los dos autores dan por descontado que la connivencia entre prensa y editoriales conduce a que los suplementos literarios se dediquen a la reseña, a destacar que un libro ha salido y que tiene tales buenas cualidades, a no pisar callos.

La mala puta: réquiem por la literatura española, aunque no cuente novedades ni destape grandes secretos, es un libro que merece la pena leer, sobre todo si uno es o pretende ser profesional de cualquier aspecto del mundo de la literatura, y en el fondo si uno lee y quiere comprender algunos aspectos internos que resultan extraños si no se valoran adecuadamente.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas


Sr. E

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