sábado, 16 de julio de 2016

Crónicas del desamor, de Elena Ferrante.

Crónicas del desamor, de Elena Ferrante (Ed. Lumen)

La portada de este libro es magnífica. Es una magnífica portada para un magnífico libro y una vez que se ha visto la portada y se ha leído el libro creo que no puede pensarse en una mejor combinación. La mujer de la portada está maquillada como para un teatro. ¿Se está poniendo una máscara o se la está quitando? Este es un libro que entre otras cosas trata de máscaras, de ponerse y quitarse máscaras. Elena Ferrante, su identidad quiero decir, sigue siendo un enigma. Elena Ferrante supone, en teoría, un desafío a estos tiempos de escritores omnipresentes en las redes sociales. ¿Quién es Elena Ferrante? ¿Es una mujer o es un hombre? ¿Realmente se crió en Nápoles, como parece? ¿Vive actualmente en Turín o en Grecia? ¿Ha trabajado en el mundo editorial? ¿Y qué más da? ¿Por qué todo eso debería ser importante antes de leer un libro? Dicen en el prólogo a esta trilogía de novelas cortas que Elena Ferrante, quien quiera que sea, considera que todo lo que tiene que aportar está en sus libros, y que es todo cuanto quiere mostrar, y que prefiere presentarse con un seudónimo para evitar conflictos entre autora y obra, para no distraer la atención.

En tiempos de egos desmedidos, y sabiendo que los de los escritores lo fueron en todas las épocas, Elena Ferrante se esconde. Yo, la verdad, aunque había oído hablar mucho y muy bien de ella en este último año, tenía cierta desconfianza, porque pensaba que en realidad, en tiempos de sobre-exposición de los autores, quizá lo de Elena Ferrante y sus editores en Italia y en España no fuera más que una operación de marketing inversa. Si todos lo enseñan todo, creemos una autora que lo esconda todo. Y no descarto que haya una cierta operación en ese sentido. En cualquier caso, si entramos en el juego de Elena Ferrante como autora que quiere pasar desapercibida y nos evadimos de pensar en la autora y nos limitarnos a leerla, todo cobra sentido.

La saga novelística que le ha dado fama a Elena Ferrante es la de las Dos amigas, cuatro novelas ambientadas durante la juventud de dos chicas y luego mujeres en Nápoles, una ciudad que todo el mundo supone que es la de Elena Ferrante, independientemente de quién sea ella, o incluso él. El libro que he leído es anterior, y es una colección de tres novelas cortas, y fueron las obras con las que Elena Ferrante irrumpió en el mundo editorial italiano a principios de los noventa. Son tres novelas separadas por catorce años, desde que la primera se publicó en 1.992 hasta que la tercera apareció en 2.006. Las tres son historias de finales: el final de una vida, en el primer caso, el final de un matrimonio en la segunda, y algo que hace crac en la mente de una mujer y la lanza a una aventura sin ningún sentido aparente, marcando un cierto punto y final en lo que parecía una vida normal, en la edad de estabilizarse, en la tercera. Las tres historias nos meten en la piel y en la mente de mujeres, y en cada una de ellas se prioriza uno de los roles tradicionales de la mujer en la sociedad, la hija ante la madre en la primera, la esposa en la segunda, la madre ante la hija en la tercera.

La primera de ellas, El amor cautivo, nos mete de lleno en Nápoles, a donde la narradora, Delia, llega tras la muerte de su madre, que ha aparecido ahogada, desnuda excepto por un sujetador de encaje. La narradora tiene que volver a la ciudad de su infancia y allí se reencuentra con pasajes, calles, gente, familia y sobre todo con sus recuerdos. Los recuerdos que la llevan a su madre y los que la llevan a su padre. Todos los recuerdos de una infancia que en la distancia han ido encajando como las piezas de un puzzle en muchos aspectos. Delia trata de reconstruir los últimos días de su madre, con quien mantenía una relación cuando menos complicada, y entender qué la movía y cómo, y qué hacía o dejaba de hacer en las últimas semanas antes de aparecer ahogada. Es una primera novela impactante, que se desarrolla al modo de una investigación detectivesca – existencial, que incomoda por todo lo que cuestiona sobre el pasado, ese que todos tenemos en común, la infancia, territorio mítico por antonomasia, aunque haya tantas infancias como personas y todos tengamos la nuestra.

Los días del abandono, la segunda novela, está ambientada en Turín, ciudad en la que se dice que vive o al menos ha vivido durante muchos años Ferrante. La narradora de esta historia también es napolitana, aunque lleva bastantes años en Turín, a donde la trajo una oportunidad laboral de su marido. Ella, la esposa, se adaptó a las necesidades de él, y ahí está, en una ciudad que no acaba de gustarle, criando a sus hijos. Cuando de repente, un día, sin aparente explicación, su marido le dice que los deja. Y eso hace, abandonarlos de un día para otro, cerrar la puerta y no dar ninguna explicación. La explicación acaba teniendo cuerpo de adolescente y de mentira prolongada durante los últimos años. En unos meses vemos cómo la vida se derrumba y cómo la narradora de esta historia, que alguna vez quiso ser escritora, se encierra cada vez en sí misma, desatiende a sus hijos y no puede hacer nada ante un mundo, cada página que pasa más reducido, que se derrumba sin remedio. Dentro de que perturbador es quizá el adjetivo que mejor define el conjunto del libro, esta segunda historia me ha parecido la más perturbadora, la que mejor nos muestra lo vulnerable que es el ser humano y cómo la frontera entre la estabilidad y que todo parezca caerse alrededor es fina y porosa.

La última de las historias, La hija oscura, nos lleva esta vez a una narradora que es madre y que revive cómo ha sido su papel como tal desde que tuvo a sus hijas, ahora ya mayores. Este esfuerzo de recuerdo surge a raíz de un encuentro fortuito en una playa napolitana con otra familia, con otra madre y su hija y de la observación que hace de esta hija y su muñeca, y la lleva a recorrer en la mente los distintos caminos que ella fue recorriendo desde que se convirtió en madre, todos los sacrificios y esfuerzos que acabaron culminando en dos hijas mayores que ahora viven en Canadá y en un cierto síndrome del nido vacío al que tiene que enfrentarse.

Las tres novelas comparten una escritura muy profunda, que toca con profundidad al lector, al menos a mí como lector. La narrativa de Elena Ferrante no teme asomarse a los abismos de la existencia, y en la crudeza y desolación de algunos pasajes me ha traído a la memoria incluso a autores que en principio podían parecer lejanos, como Coetzee, Kafka y Beckett. Como prosista creo que la palabra que mejor la define es precisa. Precisa como un cirujano debe serlo. Sin miedo a meter el escalpelo y encontrar la palabra adecuada, dura y a la vez expresiva. Recomiendo firmemente este libro, el primero de su autora al que he llegado, y seguiré buscando sus obras, y si los turnos de lectura de la biblioteca me lo permiten espero poder llegar pronto a las novelas de su célebre saga napolitana.

Felices lecturas.

Iremos comentándolas por aquí.

Sr. E

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