domingo, 12 de junio de 2016

Se acabó la Feria 2016.

Feria del Libro 2016. Fin. Balance. Firmas. Contradicciones. Lecturas.

Este domingo se ha acabado la Feria del Libro 2016. La Feria del Libro es uno de esos lugares que de alguna manera me repugnan y de otra manera complementaria me atraen irremediablemente. Me repugna la mercantilización que supone, y sobre todo lo que siento al encontrarme con colas sin fin que no están esperando a recibir el autógrafo de autores sino de famosetes de turno, ahora también de youtubers. Casi nunca hay una gran cola tras la que aguarde un buen escritor, y ya no entro a valorarlo en función de mis gustos o intereses, sino que me refiero simplemente a alguien cuyo motivo principal para escribir un libro sea escribir el libro, no una oportunidad de sacar algo más de dinero a otras famas paralelas.

Me atrae, por el contrario, la oportunidad de acercarme a las casetas de las editoriales y preguntar por algunos libros de sus fondos que son difíciles de encontrar en librerías normalmente. Me encanta poder acercarme a algunos autores y charlar cinco minutos con ellos mientras me firman el libro. Me inquieta que los autores literarios que más firman sean los mismos desde hace veinte años, y que autores de los que se habla mucho y bien en la poca prensa especializada en literatura que queda, tengan sin embargo firmas por las que apenas pasamos 10 personas a lo largo de más de dos horas.

Me atrae y me incomoda por igual el momento de firmar, al que me he enfrentado por segundo año, con mi segundo libro, Mil dolores pequeños. Me invitó la librería Punto y coma, y fue un rato agradable, en el que me sentí más suelto que en mi primer año, y en el que vendimos en una sola tarde casi todo lo que el librero había pedido. Gracias, por cierto, a los que se acercaron. Estuve firmando el jueves 2 de junio por la tarde, junto a otros autores de Baile del Sol, la editorial que ha publicado Mil dolores pequeños, y que ya publicó Beber durante el embarazo.

El jueves siguiente, 9 de junio, la editorial organizó en el bar – librería Vergüenza ajena un pequeño acto de presentación de novedades de esta primavera – verano, y que ha servido también de pequeña presentación de mi libro en Madrid. El libro, por cierto, ya se puede comprar en la web de la editorial
La distribución más general en librerías empezará, por lo que me han contado, a principios de julio.

He pasado otras tres veces por la Feria del Libro en estos algo más de quince días, y he gastado más de lo que quiero reconocer, pero menos de lo que temía haber podido llegar a gastar. Mi primera visita tuvo como principal objetivo conseguir Mala letra, el nuevo libro de relatos de Sara Mesa, que pude traerme firmado por la autora, tras compartir cinco minutos de conversación con ella. Ya que había ido, compré un ejemplar de La novela luminosa de Mario Levrero en bolsillo, pues es un libro que prácticamente ha desaparecido de las librerías, y mi ejemplar está bastante deteriorado y no querría enfrentarme al momento de quedarme sin él, siendo un libro al que vuelvo con la frecuencia con la que otros recurren a sus textos sagrados, aunque sé que suena a histerismo de fan obsesivo – compulsivo.

El mismo día en que fui a firmar me traje como recuerdo El ojo castaño de nuestro amor, de Mircea Cartarescu, del que aún tengo sin acabar de leer Nostalgia desde que fui al encuentro con el autor en la librería Alberti. El ojo castaño de nuestro amor es una recopilación de textos breves, unos relatos propiamente dichos y otros más cercanos a la reflexión o al pequeño ensayo memorialístico, en una edición especialmente preparada para el mercado español por el autor y sus editores de Impedimenta.

En la fiesta de presentación de Baile del Sol aproveché para comprar y me traje firmadas dos de las novedades que más llamaron mi atención. Fueron la novela La muñeca rusa, de Juan Miguel Contreras, que me llamó mucho la atención porque la trama que el autor explicó me resultó muy parecida a la imagen que puso en marcha mi relato Rescate, incluido en Beber durante el embarazo, la de un cosmonauta soviético en una misión fracasada, solo y perdido, y el libro de relatos Koundara, de David Pérez Vega, del que me gustó mucho la descripción inicial del primer relato, y hojeándolo me interesaron un par de relatos que parecían de corte realista del tipo escuela americana, y de hecho el autor me confirmó que uno de ellos, Cazadores, era un homenaje a Cazadores en la nieve, de Tobias Wolff, que es un relato que siempre me ha impresionado. También compré la colección de relatos Lo que nos detiene, de Blanca Bettschen, aunque la autora había huido para cuando quise que me lo firmara.

Suerte de cazador la mía, en uno de mis paseos por la Feria en este último fin de semana, mi vista fue a dar casualmente con un libro, El trepanador de cerebros, la primera novela de Sara Mesa, prácticamente inencontrable. No me fijé en el nombre de la librería, lo cual fue un error, pues hubiera sido una buena apuesta para futuras visitas. Ese mismo día, en el stand de Debolsillo, compré Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt. Vi hace un par de meses la película biográfica sobre la filósofa, que está articulada alrededor de este libro y su experiencia escribiéndolo, y me interesó mucho. En esta obra es donde presenta la noción de banalidad del mal, que es una de sus ideas más célebres, y de la que estuve hablando no hace muchos días, a lo largo de una charla de borrachos ilustrados.

El último sábado fui a acompañar a unos amigos que estaban de visita en Madrid y querían ir a la Feria. Ellos adquirieron un ejemplar de Mil dolores pequeños y yo me pasé por la editorial Impedimenta. Estaba firmando Jon Bilbao, sobre quien he leído muy buenas críticas aunque aún no lo he podido leer a él, y compré y me traje firmado su último libro de relatos, Estrómboli. Sólo le he echado una mirada de aproximación al inicio del primer relato, pero promete mucho. Le pedí al editor que me orientara por dónde seguir leyendo a Stanislaw Lem, después de la fascinación que me produjo Diarios de las estrellas, y me dijo que por lo que le expliqué que más me había gustado de aquel libro, el que más podría interesarme era Máscara, una colección de relatos que Lem había ido dejando al margen de sus colecciones por ser demasiado largos, o demasiado fáciles de censurar, y que compartían con Diarios de las estrellas el gusto por el relato filosófico, la fábula sin moraleja obvia y los juegos que van de lo moral a lo humorístico.

Además de estos libros, he comprado ejemplares de Todos los miedos, de Miguel Ángel González, La novela luminosa de Mario Levrero y Los asesinos lentos de Rafael Balanzá para regalar a amigos y familiares.

Resumiendo, se acaban estos quince días y prefiero no echar cuentas. Sé, eso sí, que a otras muchas lecturas por abordar, he sumado, dejando al margen regalos y ejemplares de Levrero para cubrir posibles pérdidas:
Mala letra, de Sara Mesa (Ed. Anagrama)
El ojo castaño de nuestro amor, de Mircea Cartarescu (Ed. Impedimenta)
El trepanador de cerebros, de Sara Mesa (Ed. Tropo)
Koundara, de David Pérez Vega (Ed. Baile del Sol)
La muñeca rusa, de Juan Miguel Contreras (Ed. Baile del Sol)
Lo que nos detiene, de Blanca Bettschen (Ed. Baile del Sol)
Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt (Ed. Debolsillo)
Estrómboli, de Jon Bilbao (Ed. Impedimenta)
Máscara, de Stanislaw Lem (Ed. Impedimenta)

Los iré leyendo en estos próximos meses (como los camellos que se guardan el agua para las travesías del desierto, así algunos reservamos libros para el verano, como si en verano no se pudiera ir también a la biblioteca, o a una librería, o releer), y de algunos seguro que me apetece hablar un poco aquí.

La Feria volverá el año que viene. De momento no parece que me vaya a tocar volver a firmar en ella, pues aunque tengo algunos proyectos de escritura, e incluso dos más o menos cerrados, de momento no hay nuevas publicaciones a la vista. Quizá conviene respirar hondo antes de dar el siguiente paso, o esperar señales del destino. Dos años seguidos han sido de momento una experiencia que debo asimilar. Tocará volver como lector atento que pregunta y hace colas para pedir firmas.

Iremos hablando
Buenas lecturas
Sr. E

2 comentarios:

  1. Estoy inmerso en "Mil dolores pequeños", y estoy alucina(n)do... Hay capítulos deslumbrantes... Fue un placer coincidir y encontrar este blog y, sobre todo, tus libros...

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    1. Muchas gracias Juan Miguel. La muñeca rusa caerá como lectura este verano y ya la comentaremos. Gracias por lo que dices de Mil dolores pequeños, espero que te siga gustando hasta el final, y si es así, no dudes en recomendarlo, que hay que pelearse los lectores uno a uno.

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