lunes, 29 de febrero de 2016

Cuentos pendientes de febrero

Mis lecturas del mes de febrero:



No quería perder la oportunidad de reseñar estas lecturas de febrero en un día 29, ya que son tan escasos. Del mes de febrero destaco especialmente mi segundo libro de Malaparte, dos novelas breves de Levrero que aún no habían caído en mis manos, una novela muy divertida de Kurt Vonnegut y una magnífica colección de cuentos completos, los del autor norteamericano Bernard Malamud.
  

 Cuentos reunidos, de Bernard Malamud: La primera colección de relatos completos a la que me acercado este año (aunque es un libro que te atrapa a un nivel que hace que el verbo acercar se quede muy corto, no puedes acercarte a este libro sin caerte por alguno de sus precipicios) son estos Cuentos reunidos de Bernard Malamud. Malamud es otro más en esa línea de magníficos escritores judeoamericanos, igualmente influidos por los narradores rusos del XIX, por Hemingway y los cuentistas americanos y por las leyendas de tradición jasídica. Malamud es compañero generacional de Saul Bellow, con cuyo mundo comparte muchos puntos comunes (la editorial lo define como hermano mayor de Bellow y Bashevis Singer, cuando la realidad es que tenía sólo un año más que Bellow, y Bashevis Singer era más de diez años mayor que ambos). Malamud fue el hermano con menos éxito en esa familia de narradores judeoamericanos. Bashevis Singer y Bellow ganaron el Nobel, y Salinger o Phlip Roth son narradores inmensamente más populares que él. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que Malamud fuera ninguneado o nunca alcanzara el éxito. La popularidad del relato en Estados Unidos es inimaginable en España y él era uno de los autores de relato más respetados de su generación. Tanto que el PEN Club instituyó en 1.988, al poco de su muerte, el Premio Bernard Malamud que reconoce a los mejores libros de relatos publicados ese año. Y ganó el Pulitzer de novela. El escritor I. L. Lonoff al que el joven Nathan Zuckerman acude a ver en la novela La visita al maestro de Philip Roth parece que estaba inspirado en él.
Yendo a los cuentos, Cuentos reunidos recoge 65 relatos escritos a lo largo de unos 40 años. Estos relatos vienen de 6 colecciones de relatos, y otros no reunidos previamente, que Malamud fue escribiendo de manera bastante regular, y sin ser un autor demasiado prolífico, a lo largo de todos esos años. La narrativa de Malamud bebe de la tradición realista llamemos rusa, la de los Chéjov y Dostoievski, dos autores con los que siempre se declaró en deuda, y también está influida por las leyendas del pueblo judío, religiosas ó no, que había escuchado desde niño. Aunque si hubiera que definirla de una única manera diríamos que su narrativa breve es esencialmente realista, no hay que perder de vista que algunos de sus relatos están en antologías de relato fantástico como Aguas negras, de Alberto Manguel (donde se incluye El pájaro judío). La idea principal que recorre casi todos los relatos es la de la ilusión. Muchos de los personajes viven en entornos pobres, que podrían llevarlos, en una tradición del relato chejoviano – carveriana, a aceptar el papel de seres grises, irrelevantes, pero muchos de ellos deciden luchar por ser algo más. Luchar no es precisamente un verbo de acción en el caso de muchos de ellos, que son, sobre todo, soñadores convencidos de que las cosas irán mejor el día de mañana o que perciben su propia grandeza con una dosis de irrealidad que el autor deja clara, con la ironía del narrador (un narrador que por lo general los mira con cariño y condescendencia, nunca los desprecia o los mira por encima del hombro). Un relato donde esto se ve claramente es La vida literaria de Laban Goldman. También sucede algo parecido en El tonel mágico, uno de sus relatos más conocidos, incluido por Richard Ford en su Antología del relato norteamericano, o en Lectura de verano, donde un adolescente sin oficio ni beneficio se convierte en una especie de leyenda de su barrio porque le nombra a alguien todos los libros que piensa leer próximamente para forjarse una inteligencia y una cultura dignas de tal nombre. Malamud decía que había quien le criticaba que siempre escribiera sobre la miseria, y él se defendía alegando que uno debe escribir sobre aquello que conoce y de lo que puede escribir mejor. Los personajes de Malamud tienen ese sentido común que a veces, en determinados puntos del relato, puede pasar por sabiduría. En Ten compasión, uno de los interlocutores, harto de preguntas, dice: “¿De qué murió? … Murió, eso es todo”. Y el lector nota que ahí debe terminar la conversación. Pero el otro personaje sigue haciendo preguntas, mostrándose como el idiota que es. Malamud domina perfectamente el paisaje de esos barrios obreros, llenos de inmigrantes judíos, como el mismo Brooklyn de 1915 en que él nació. En estos entornos puede situar historias estrictamente realistas con otras más fantasiosas, y todas funcionan. Cuando intenta alejarse de ellos, supongo que motivado por un intento de que sus historias resulten más cosmopolitas, se desdibujan algunos de sus valores y el resultado se resiente. Lo universal no necesita moverse por todo el mundo para serlo, y las emociones que se manejan en sus relatos lo son, y lo son más cuanto más cercanos al autor resultan los personajes. Bernard Malamud tiene un muy buen dibujo de personajes, y la facilidad para meternos en una historia con dos frases. A veces con una, y a veces con esas frases en apariencia intrascendentes que dicen mucho, como cuando al comienzo de Los dolientes presenta al personaje: “Kessler, ex – clasificador de huevos, vivía solo y cobraba de la Seguridad Social”, y con una información casi burocrática nos permite imaginarnos sus días y sus noches. Merece la pena sumergirse en los Cuentos reunidos de Bernard Malamud e ir paladeando poco a poco, al ritmo que a cada uno le pida el libro, sus historias, dejarse llevar a su mundo, modesto, aparentemente sencillo, pero muy rico en sueños y en matices.
 

Don Camaleón, de Curzio Malaparte: En el prólogo de esta edición, Malaparte se reivindica como alguien que nunca fue sumiso al fascismo italiano de Mussolini, por mucho que en la década de los 20 fuera un colaborador y propagandista del mismo. Como muestra entrega esta novela, que según cuenta publicó en 1.928 pese a que sabía que podía enemistarle con Il duce. Aquella primera edición apenas llegó a nada, y en su reedición, ya en los años 50, llega a un público mayor. Podemos creernos lo que dice Malaparte o podemos no creérnoslo. Yo no me lo creo. Me suena a reinvención del pasado. En España sabemos mucho de colaboradores que luego, retrospectivamente, habían sido héroes de la resistencia, aunque en el momento de las dificultades nadie se hubiera dado cuenta.
Don Camaleón es, necesariamente, por su escritura, su tema y la motivación de su autor a la hora de publicarla, una novela política. O una novela antipolítica. Pues se basa en la idea de que al final cualesquiera políticos van a ser iguales. Según Malaparte se definan como liberales, socialistas, republicanos o monárquicos, serán trepas y advenedizos que apenas mirarán por su ombligo y por el bienestar de los suyos. Ese clima generalizado de corrupción es ideal para que un demagogo autoritario como Mussolini se presente como la solución a los problemas de la gente. Soluciones fáciles a problemas complejos.
El texto que presenta Malaparte lo sitúa como un personaje cercano a Mussolini, quien a semejanza de lo que hizo Napoleón (un invento para estructurar la historia), quiere educar a un camaleón para que asombre a la sociedad biempensante italiana con sus ideas políticas. Malaparte y un amigo, Sebastiano, deberán educarlo en la filosofía, el arte, la literatura y la política. Y a ello se dedican con empeño (sobre todo el amigo, Malaparte se reserva el papel de testigo). Don Camaleón, como así se llama, se va adaptando perfectamente a las distintas circunstancias por las que pasa, según hacía previsible su naturaleza. Esto, el ser capaz de parecer más republicano que los republicanos cuando está entre ellos, más clásico que los clásicos, más piadoso que nadie cuando asiste a una tertulia de jesuitas, y más fascista que los fascistas, lo convierte en el preferido de la sociedad italiana en poco tiempo. Ahí está la crítica y el mensaje central de la novela, que critica, como hace Malaparte desde el prólogo a la sociedad italiana (en general a cualquier sociedad más o menos próspera), que se deja llevar por quien dice lo que quieren oír, en un mundo ya gobernado entonces por las encuestas de popularidad y la opinión pública y publicada. El prólogo, releído después de la novela, puede ser reinterpretado como un Malaparte que viene a decir: muchos mediocres me acusaron de fascista, y lo fui, pero no menos que todos esos mediocres que se callaron entonces y ahora me señalan.
El libro, el segundo que leo del autor, parte de una idea original y tiene una escritura brillante. La narración es ágil y está llena de referencias históricas y culturales de valor. Los prejuicios ideológicos, no obstante, lo pierden, y en muchos momentos asoma demasiado la intención del autor de posicionarse como el último justo en Sodoma, y si bien es verdad que no debía ser el único fascista de Italia en los años 20, pues esas dictaduras siempre se sustentan sobre una mayoría acomodaticia y silente, tampoco parece que fuese el librepensador que, por casualidad, iba a coincidir desde su libertad insobornable con las ideas imperantes.
 

La ocasión, de Juan José Saer: Pese a ser muy poco conocido en España, Saer es considerado uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX. Uno que tuvo mala suerte, pues es un poco posterior al boom (aunque empezó a publicar en los 60, y probablemente si los intereses comerciales hubieran remado a su favor hubiera podido estar ahí, con los más jóvenes de aquel momento, como Vargas Llosa, que es apenas un año mayor), y es mayor que los posteriores Piglia y Fogwill (otra vez una falsa impresión, pues apenas nació cuatro años antes que los otros dos). Por lo que sea, la obra de Juan José Saer nunca ha llegado en ninguna de las oleadas de narrativa suramericana que han llegado a España y han cosechado el beneplácito de la crítica y los lectores influyentes. Aunque ganó el Nadal en 1987, y nunca ha sido un premio pródigo en autores extranjeros. El caso es que Saer murió en 2.005 en París, donde vivía, sin ser uno de los indiscutibles de la narrativa argentina. Pese a que en 2.007 tres de sus novelas fueron elegidas entre las cien mejores obras en español del último cuarto de siglo por un número muy importante de destacados escritores (aquella famosa encuesta que encumbró a Bolaño con su 2666, sus Detectives salvajes y su Nocturno de Chile en el top ten). Quizá Saer fuera uno de esos que se consideran escritores para escritores.
La ocasión, la novela con la que Saer ganó el Nadal en 1.987, nos presenta a Bianco, un mentalista de origen indefinido, medio italiano medio inglés, quizá maltés, como el Corto, que se vio obligado a dejar sus actividades en Europa, como él dice, perseguido por los positivistas de París. Huyendo de esa conspiración positivista, llega a la pampa argentina, donde se hace amigo de un potentado, se casa con una mujer, se instala y va haciéndose cada vez más rico. En su nueva ciudad hay un par de hermanos conocidos por todos y protegidos por el párroco local, La violadita (cuya desgracia ya se anuncia con ese sobrenombre que asumiría después con naturalidad) y su hermano, un hombre que parece incapaz de relacionarse del modo que el mundo moderno necesita, que parece prácticamente tonto, en realidad, pero que hará lo que sea por protegerla y en quien parece haber alguna clase de poder que atrae hasta él a Bianco. Bianco quiere reflexionar sobre sus poderes, buscar el modo de defenderse de quienes lo acusaron y lo obligaron a dejar Europa. Bianco observa que a medida que su fortuna va creciendo sus poderes se debilitan.
La novela, sin parecerlo, y es su gran mérito, es una novela histórica, que nos da un paseo por algunas de las ideas de finales del siglo XIX y principios del XX, por el enfrentamiento entre teorías científicas e ideas mágicas, entre el mundo racional y el de los que afirman tener poderes. La prosa de Saer es hipnótica. Aún sin haberme atraído demasiado la historia, cada vez que estaba leyendo el libro me metía profundamente en él, gracias a una escritura que te va envolviendo y te lleva a su terreno.

 

Barbazul, de Kurt Vonnegut: No sé por qué pensaba, hasta que lo leí, que Vonnegut era un escritor de ciencia – ficción. Probablemente porque había leído alguna de esas listas de autores en los que se deja al pie de página, en los márgenes, a los autores con los que no se sabe muy bien qué hacer y a los que se puede relacionar a través de un finísimo hilo con alguno de esos géneros que consideran menores y casi despreciables. Y alguien a quien yo le leí una lista de autores contemporáneos debió decir: en las novelas de Vonnegut a veces hay un tío que dice ser capaz de comunicarse con extraterrestres. Y lo que en una novela de alguien a quien considerara indiscutiblemente serio lo haría calificarlo de personaje extravagante debió hacer que a Kurt Vonnegut Jr. lo situaran en el campo de la ciencia – ficción. Sé, bromas aparte, que Vonnegut escribió algunas colecciones más o menos adscritas al género en sus comienzos, y es cierto que hay extravagancias como ésa en sus novelas, pero Vonnegut fue siempre, sobre todo, un escritor sarcástico. Barbazul es, sin duda, una novela sarcástica.
Su protagonista, Rabo Karabekian, es un viejo pintor armenio, tuerto y viudo, que hace memoria de sus días en la Tierra. Lo hace a instancias de Circe Berman, una escritora que aparece en su lujosa propiedad, heredada de su mujer, y lo anima a escribir todo lo que ha vivido. Berman es una autora prácticamente desconocida pero que bajo pseudónimo escribe unas novelas juveniles que se venden por millones. Berman viene a romper la paz en la que vive Karabekian, casi sólo, apenas acompañado por su único amigo, un fracasado novelista, trasunto del propio Vonnegut.
Karabekian nos acerca a los primeros años 20, donde aprendió todo del dibujante de origen armenio Dan Gregory. Desde ahí, nos va mostrando cómo se desarrolló el expresionismo abstracto, del que el propio Karabekian fue parte fundamental, junto a autores como Mark Rothko y Jackson Pollock, hasta que la pintura que utilizaba, la que le habían prometido que duraría siglos, empezó a desprenderse de sus obras, dejándolo convertido en el hazmerreír de su generación y del mundo del arte. Eso sí, fue un gran coleccionista que fue acumulando multitud de obras de gran valor.
La historia de Karabekian, más que explicar con detalle un movimiento concreto, el expresionismo abstracto (aunque coincide en detalles con ellos, en el uso de graneros como grandes espacios de pintura en los que almacenar sus enormes obras, en el descubrimiento de la pistola de pintura como herramienta artística), es un retrato del mundo del arte, y esto incluye, me imagino, al mundo literario. Un mundo en el que el valor de las obras se mide por el precio que consiguen que se pague por ellas, donde las apariencias están por encima de lo verdaderamente valioso, y donde ya se ven las dinámicas que casi treinta años después de la escritura de la novela se han ido confirmando.
Barbazul también nos muestra la realidad de los inmigrantes que llegaron a California a principios del siglo XX, como los Karabekian, que pertenecían, en particular, a la minoría armenia que huyó de Turquía ante el genocidio que los turcos llevaron a cabo contra ellos. El padre de Karabekian ya era un perdedor, que dejó un trabajo de profesor de Matemáticas en Europa y se fue a la ciudad menos próspera de California, donde nunca encontró trabajo más que de zapatero. Un zapatero aburrido y triste, como su hijo cuenta en repetidas ocasiones. Y nos enseña la realidad de la matanza de los armenios, uno de los mayores genocidios del siglo XX que sigue siendo bastante desconocido y que en Turquía es delito nombrar como tal genocidio. Estas matanzas, la capacidad del ser humano para hacer el mal a escala industrial, es una de las ideas que más obsesionaban a Vonnegut, que fue soldado en la Segunda Guerra Mundial, experiencia que retrata magníficamente en Matadero cinco. Por último, aclarar el origen del título de esta muy recomendable novela. Circe Berman le pregunta a Karabekian por la obra que guarda en uno de los graneros, siempre cerrado, y este le cuenta la historia de Barbazul, quien le dijo a su esposa, puedes entrar en cualquier lugar del castillo excepto en esa estancia. Y claro, ella entró al lugar prohibido, encontró a la primera esposa de Barbazul, y él tuvo que matarla. Su tercera esposa cayó en el mismo error. Etcétera. Como el propio Vonnegut nos recalca, la primera mujer de Barbazul debió ser asesinada por otros motivos. Aquí nadie muere decapitada por entrar allí. El gran cuadro de Karabekian es uno de esos mcguffins sobre los que hacer avanzar la trama.

 

Fauna y Desplazamientos, de Mario Levrero: Voy a hablar mal de un libro de Levrero. No tanto, realmente. Pero al menos no voy a hablar de él con entusiasmo. Fauna y Desplazamientos son dos novelas cortas reunidas en un mismo volumen por su editorial, que aparecieron recientemente en España. Son textos escritos a finales de los setenta (Fauna) y principios de los ochenta (Desplazamientos). Son dos novelas cortas que la editorial decide presentar agrupadas y que en la mayoría de las ediciones uruguayas y argentinas previas ya venían emparejadas. ¿Emparejadas por qué? Supongo que porque los editores no creyeron que novelas de poco más de cien páginas no funcionarían demasiado bien en cuanto a ventas, y que quizá eso iría mejor ofreciendo dos al lector. Aparte de eso, no se ve demasiado bien qué tienen en común. Porque tienen poco que ver, aunque se nos dice que son dos historias de fascinación por ciertos personajes femeninos. Pero eso es común en casi todas las novelas de Levrero, hay algún personaje femenino que atonta y hace actuar sin sentido al protagonista.
Hay dos Levreros que me interesan y me fascinan. El simbólico – fantástico de La trilogía involuntaria (La ciudad, El lugar, París), que es también el de los relatos cortos que he podido leer (aunque en la narrativa corta es más abiertamente fantástico), y el confesional de sus diarios, probablemente sus obras maestras (no diré sus obras mayores porque Levrero no era alguien que aspirara a las obras mayores, sino más bien a conseguir que sus obras, todas menores, fueran radicalmente personales), El discurso vacío y La novela luminosa, un Levrero que se estaba ensayando a sí mismo en Burdeos, 1972 y Diario de un canalla, de los que hablé el mes pasado. Hay un tercer Levrero, el de las novelas menores, que se olvidaba de los simbolismos, que quizá reflexionaba menos sobre su labor, y aunque nunca dejaba de conectar con su subconsciente en esas narraciones, las apoyaba más abiertamente sobre estructuras y argumentos más o menos policiales, novelas que como lector adoraba. De ese Levrero sólo me han parecido destacables El alma de Gardel y Dejen todo en mis manos, una novela que para muchos estudiosos de Levrero supuso un punto de inflexión definitivo en su obra, ya que después de ella se concentró en su nueva escritura, y empezó a trabajar en El discurso vacío. A ese Levrero pertenece Fauna. Fauna es, quizá, el texto que menos me ha gustado nunca de Levrero, es una novela corta de mero entretenimiento. Un parapsicólogo (Levrero fue muy aficionado a la parapsicología) con el que contacta una rubia despampanante para encargarle un trabajo que lo pondrá en apuros. La novela se desarrolla sobre los tópicos de la novela policial, o pseudopolicial. El personaje se ve atrapado en una trama de dobles mujeres, gemelas indistinguibles (Fauna y Flora) que quizá son las dos personalidades de una misma mujer, una de las cuales lo tiene obsesionado, otros personajes que aparecen y desaparecen, y malos malísimos. Es el Levrero más gamberro. Esta novela me ha recordado especialmente a Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo y La banda del ciempiés.
Desplazamientos enlaza más directamente con el Levrero simbólico – fantástico de La trilogía involuntaria. Desplazamientos es, si cabe, más experimental y oscura que las tres novelas que componen dicha trilogía. El protagonista debe ir a cobrar unos alquileres pendientes a una casa que gestionaba su padre hasta su muerte, una casa en la cual él se había criado. El protagonista va encontrándose con las miserias, variadas pero todas humanas, de los distintos inquilinos, que van reflejando sobre él lo que pensaban de su padre, un hombre con el que tampoco él tenía una buena relación. La narración es extraña, pues vuelve en ocasiones a puntos anteriores de la misma, como si el personaje hubiera cruzado una puerta que en vez de hacia delante lo llevara hacia atrás. Es una novela interesante, mucho más que Fauna, pero no produce la perturbación de las novelas de la Trilogía. Es un ejercicio de estilo interesante que se acerca al mundo de aquellas pero que no funciona tan bien. Una novela menor y otra en parte fallida, para resumir.



Relecturas:
 Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, de Roberto Bolaño y A. G. Porta: Consejos fue la primera obra publicada tanto por Bolaño como por A. G. Porta. Lo hicieron en 1.984, gracias a un Premio de Novela convocado por el Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Las novelas escritas a cuatro manos son poco frecuentes. Bolaño y Porta nunca explicaron de manera clara cómo la escribieron, hablaban de que uno escribía unas páginas y se las mandaba al otro, y que no sabían al final quién había escrito qué y quién había corregido a quién. La verdad es que leída la novela, hay capítulos en los que se nota la mano dominante de Bolaño y otros en los que se nota el estilo de Porta como el mayoritario. Porta era el fanático de Joyce, así que suponemos que Bolaño era el discípulo de Morrison. Bolaño es uno de los gigante de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas, y A. G. Porta escribió, después de muchos años alejado de la literatura, la que para mí es una de las mejores novelas españolas de las dos últimas décadas, Concierto del No – Mundo.
Es la tercera vez que me acerco a Consejos, y siempre lo he hecho esperando una obrita menor, una de esas novelas de Bolaño que no habían tenido visibilidad y que ante el crecimiento póstumo de su figura empezaron a aparecer. Y siempre me he encontrado con una novela más ambiciosa de lo esperado, bien hilada, ágil. Consejos es una novela que sigue a una joven pareja que empieza a asesinar como por casualidad y que una vez lanzados al mundo criminal parecen no saber parar. Todo ello entrelazado con las aventuras literarias de Dédalus, pues parece que en los bajos fondos de la Barcelona de principios de los ochenta no había un criminal sin ansia de posteridad. La edición de Acantilado va acompañada del Diario de bar, un texto que relata los días de un suramericano que acude puntualmente al bar después de pasarse la noche peleando con los fantasmas y escribiendo, sin duda un trasunto de Bolaño.

Felices lecturas en marzo

Hablaremos

Sr. E

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