lunes, 28 de septiembre de 2015

Carpe Diem, de Saul Bellow

Carpe diem, de Saul Bellow
Ed. DeBolsillo (1.956)

Los Premios Nobel de Literatura llegan cada año y confirman nuestros gustos (las menos de las veces), ante nuestra sorpresa premian por fin a los autores que nos parecen más interesantes pero que parecían alejados de esos honores (¿será 2.015 el año de DeLillo?) o nos irritan con sus elecciones de autores casi desconocidos a los que no tenemos ningún interés en leer. Hay Premios Nobel, sin embargo, a los que parece que los años y las décadas van dando la razón. Faulkner, Camus, Beckett, García Márquez, ganaron el Nobel y nadie, le gusten más o menos sus obras, discute su importancia e influencia en la literatura mundial. Saul Bellow ganó el Nobel en 1976, en el mejor momento de su carrera, después de haber escrito Herzog y El legado de Humboldt. Bellow sigue siendo hoy en día considerado uno de los mejores narradores americanos del siglo XX, y su influencia ha sido enorme en autores tan importantes (y distintos) de las generaciones posteriores a la suya como Philip Roth y Martin Amis. Ambos consideran a Bellow un maestro, un prosista de gran calidad, y lo es, pero también es un muy buen narrador.

¿Estaban todos locos allí? ¿Qué clase de gente había? Una de cada dos personas hablaba un lenguaje particular, surgido de su propia imaginación; tenía sus propias ideas y sus costumbres características. Si uno quería referirse a un vaso de agua, debía remontarse a Dios, a la creación de los cielos y la tierra, a la manzana, Abraham, Moisés y Jesucristo; a Roma, la Edad Media, la pólvora; a la Revolución; de Newton a Einstein; para terminar con la guerra, Lenin y Hitler. Después de pasar revista a todo eso y dejar de nuevo cada cosa en su sitio, podía pasarse a hablar del vaso de agua. <<Me estoy desmayando, tráiganme un vaso de agua, por favor>>”. pg. 123

Bellow escribe con una prosa que se lee con ligereza pero que analizada con cuidado muestra un gran trabajo de estilo. La historia va fluyendo con la facilidad con la que lo haría una anécdota de barra de bar. Bellow es un escritor que maneja perfectamente los recursos de la oralidad, da igual que sus personajes estén contando una historia de adulterio que discutiendo de Spinoza, y dibuja unos retratos costumbristas que se mantienen frescos pese a que algunas de las expresiones que utiliza (él y sus traductores) se han quedado antiguas. Seguramente leí las grandes novela de Saul Bellow (Herzog, El legado de Humboldt, El planeta de Mr Sammler y Las aventuras de Augie March) antes de estar preparado como lector para asimilarlas en toda la riqueza que seguramente tienen. Las leí bastante de seguido hace 8 o 10 años. Estaban bien, todas me interesaban durante la lectura, la narración no embarrancaba, pero creo que me perdí lo más profundo. Compré hace dos o tres años sus Cuentos completos, y es un libro que he leído y releído, y algunas de esas historias se han quedado bastante presentes en mi cabeza. Me parece que debo volver a leer sus novelas y valorarlo con un mayor bagaje como lector (y escritor). He empezado por Carpe diem, una novela bastante breve, considerada menor dentro de la producción de Bellow, y que se nota escrita con la ligereza con la que un autor grande afronta sus obras menos ambiciosas. Una novela menor, escrita con esa ligereza, por uno de los principales narradores americanos del siglo XX, es una novela de gran calidad en el panorama editorial, y merece la pena acercarse a ella.

Las cosas se estaban poniendo de modo que la gente se estaba volviendo imbécil en todo menos en cuestiones de dinero. Y el que no lo tenía era un pelele. ¡Un pelele! Que debía pedir perdón y desaparecer de la faz de la Tierra”. pg. 56

Carpe diem es una novela cuyo tema central creo que cuestiona el sistema económico liberal en el que vivimos y hacia el que la sociedad empezaba a dirigirse hace ya cincuenta años. Es la historia de un personaje, Tommy Wilhem, que se siente un fracasado porque no ha triunfado económicamente en la vida. Debe dinero, quiere más dinero para satisfacer el tren de vida con el que aspiran a vivir su mujer y sus hijos. Siente que no ha cumplido las expectativas de su padre, un cirujano que sí ha triunfado, y a cuya sombra se ha quedado. La novela se va desarrollando en unos pocos días, con encuentros con su padre, conversaciones con su mujer, y articulada alrededor del proyecto para hacerse rico en el que lo ha embarcado un psiquiatra de cuyo título duda, que no para de inventarse historias, y que lo ha convencido para invertir sus últimos dólares en manteca de cerdo, en base a un soplo que le ha llegado.

Se reían del hombre a quien él había dado poderes para que invirtiera en Bolsa sus últimos setecientos dólares. Habían comprado toda aquella manteca de cerdo. Hoy tenía que subir”. pg. 64

La historia de Carpe diem nos enfrenta a la dura realidad del hombre contemporáneo. La soledad, la necesidad de superar a las generaciones anteriores, la idea de que la única manera de triunfar es a través del éxito profesional y económico, y que la lucha por el éxito es similar a una ley de la jungla en la que todo vale. Bellow se adelantó (con todas las diferencias) a las mismas tesis que Houellebecq empezó a exponer en sus novelas a mediados de los noventa, a eso que el francés llamó la Ampliación del campo de batalla. Bellow lo hace, eso sí, con un sentido del humor que permite seguir viviendo. Bellow escribe como un viejo en el que sigue habitando un niño bromista. De hecho es posible que Bellow ya fuera un viejo con alma de niño bromista cuando era un joven escritor (Carpe diem es de 1956, y Bellow tenía poco más de cuarenta años).

¿Es que no ve usted que no se puede marchar en línea recta hacia la victoria? Hay que ir en zigzag. La línea recta tuvo su época de Euclides a Newton. La era moderna analiza la línea angulosa. pg. 96
Carpe diem nos plantea la necesidad de crecer, ser autónomo, y la incapacidad de escapar de lo que el mundo piensa de nosotros. El final de la novela me parece que contiene una imagen brillante que cierra la historia: Tommy Wilhem acaba en un funeral, llorando desconsoladamente, consciente de que ha acabado por perderlo todo, y llora tan desconsoladamente que los testigos acaban pensando que debe tratarse del hermano del muerto. En algún momento de la novela el protagonista se da cuenta de que nunca ha llegado a crecer, que como su mujer le ha dicho tantas veces es un inmaduro, y reflexiona sobre la triste verdad de que mientras un hombre sigue dependiendo económicamente de su padre, como él, nunca llega a ser un verdadero adulto. Bellow es un escritor que explicaba el mundo en el que vivía, exponiendo sus interpretaciones de la sociedad de manera perfectamente integradas en sus narraciones. La prosa es de gran calidad y la estructura está medida a la perfección. Me parece un buen prólogo para entrar en las novelas mayores de Bellow. A ellas me iré acercando en los próximos meses.

El siete por ciento del país se está suicidando con el alcohol. Otro tres por ciento, quizá, con la droga. Otro sesenta, simplemente haciéndose polvo a base de aburrimiento. Otro veinte ha vendido su alma al diablo. Luego hay un pequeño porcentaje de los que quieren vivir. Eso es lo único que cuenta”. pg. 144

Más reseñas el próximo lunes

Sr. E

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